¿Una nueva oportunidad para que la alegría llegue?
Columna de Opinión del periodista Daniel Carrasco
Tenía cerca de 10 años cuando se inició la campaña del SI y el No, donde las promesas de un cambio, movilizaron a muchos ciudadanos que estaban cansados y agobiados por el régimen militar que existía en ese momento.
Recuerdo con nostalgia la campaña mediática para el plebiscito. Donde un ícono del periodismo chileno, Patricio Bañados, era conductor y portavoz de las ideas que se plasmaban a través de los cortos y testimonios que redundaban con el slogan: “Chile: La Alegría ya Viene”.
Una nueva posibilidad
Ahora, 30 años más tarde, volvemos a tener en frente la posibilidad de terminar con el proceso que se inició en el año 89. Cuando a través de un plebiscito, se logró el retorno de la democracia a un país que estuvo acallado y aplacado por un régimen dictatorial a cargo de Augusto Pinochet.
Durante esta supuesta democracia, en el que el neoliberalismo se apoderó de todo lo que hacíamos como personas y sociedad. Donde el país logró afirmarse y transformarse en “Los Jaguares de Latinoamérica”, la ciudadanía ha podido acceder a la gran mayoría de las ofertas que le hace el sistema. Nos hemos llenado la boca y la panza de estándares de vida, que cada vez son más difíciles de alcanzar.
Junto con esto, hemos luchado por esos ideales, que han sido implantados a través de la música, la televisión, la publicidad y, últimamente, por medio de redes sociales. Escapándonos de lo que realmente importa o es fundamental.
Nadie puede negar que cada día que pasa, es mucho más frustrante para cualquiera de nosotros. Sostener lo que el sistema nos exige. Debemos trabajar por horas; nos hemos desvinculado de quienes importan. Tratando de suplir desde aspectos materiales, todo lo que no aportamos con nuestra presencia. No estamos para nadie, solo para nosotros mismos. En ese afán exitista que el neoliberalismo ha plantado en nuestras psiques.
Y llegó Octubre
En octubre del 2019, un grupo de jóvenes se levantó contra años de presión, de malos sueldos, de exigencias laborales sin compensaciones acordes a ellas. Se cansó de la colusión del confort, del pollo. Del desfalco impune de las policías y de las entidades que supuestamente están para brindar seguridad y paz a la ciudadanía.
Se aburrió de ver a un grupo de tecnócratas que no muestran ningún grado de empatía con la comunidad, y que viven en realidades que están completamente alejadas de mí, de ti, de tu vecino, tu compañero de trabajo, o de cualquier ciudadano que vive de un sueldo. Se cansó de que se rían en su cara, aludiendo que las flores estarán más baratas que otros meses, como si la gran mayoría de las personas tuvieran un nivel de vida presumible.
Esa rabia, esa indignación, se palpó durante las manifestaciones que ocurrieron en el estallido social. Ese enojo contenido, lleno de impotencia al ver que padres, abuelos, tíos, se sacaban la cresta día a día para llevar lo necesario. Que fueron baleados, apaleados, reprimidos por el aparataje estatal, donde hombres y mujeres, que, sin el uniforme, son iguales a ti o a mí, pero que creen defender una nación, sin darse cuenta que se están castigando ellos mismos.
En abril iba a darse esa posibilidad; la oportunidad de cambiar las bases de la soberanía chilena; cambiar el contrato social que permite al pueblo, defenderse de la institucionalidad de un estado, que ha alimentado y engordado a una clase política que dice trabajar por su comunidad, pero que, a espaldas de ellos, transan negocios, leyes y tratados que benefician a un par de familias, que miran por sobre el hombro a millones de chilenos, que lo único que desean es poder tener una vida digna.
La urgencia
En términos sencillos, el cambio de la actual carta fundamental, busca poner en valor cosas que no han sido garantizadas por años; educación, salud, previsión social, las que han sido secuestrados por un sistema que ve sólo números y no empatiza con las necesidades reales de la comunidad. Es por esto que se hace urgente continuar en este camino.
La pandemia puso un punto suspensivo a este proceso. Esperamos que, en octubre, específicamente el 25, todos salgan en masa a cambiar este país. Aquí ya no pasa por izquierdas o derechas, puesto que ambos frentes no han escuchado la necesidad del pueblo. Seria majadero repetir cada una de las cosas que no han hecho; sería redundante explicar lo que todos ya sabemos, y que nos impulsó a alzar las manos y la voz.
En poco menos de dos meses, estaremos decidiendo por el futuro de todos, el futuro de quienes se levantan por la mañana con el objetivo de trabajar por ellos mismos y su familia. Tenemos la posibilidad de cambiar una constitución que no nos garantiza cosas tan esenciales y básicas, como lo es la salud y la educación.
Somos el Estado
Nosotros somos el estado, no un grupo de personas que dicen trabajar por todos, que al final sólo buscan llenar sus bolsillos a costa del trabajo y el sacrificio de chilenos que creen en este sistema.
Es por eso que es de vital preponderancia que tú, que lees estas líneas, que estás en tu casa, abrumado con todo lo que ves a través de un televisor, salgas a la calle a exigir tus derechos, ya que todos nosotros elegimos que vida queremos tener.
Cuando estés frente a la papeleta, con el lápiz en la mano, pregúntate que quieres para ti y tus hijos y únete a muchos que queremos vivir tranquilos, con la certeza que a través del trabajo y de lo que aporto a la nación, va a ser devuelto de manera sustancial, en garantías estatales.