“Renuncio al individualismo, adhiero a lo público…”

Profesor Miguel Arana Abarca Editor Revista Revelarte

 

J ackson, Biden, Macaya y otras varias personalidades de la comarca local y global han renunciado a sus investiduras, plataformas y/o espacios públicos donde cada uno, habitaba y enarbolan, consignas e ideales a diestra y siniestra. Esta particular seguidilla de acontecimientos mediáticos, hacen ruido e invitan a cavilaciones varias, que comparto en esta columna de opinión, que solo busca profundizar en el sentido y razón, que nos mueve en la vida a adherir y/o renunciar, como un ejercicio permanente en la existencia humana. No obstante, la diferencia debería radicar siempre en intentar ser coherentes y consecuentes, con nuestros principios y convicciones, como sujetos eminentemente políticos en un mundo dinámico, que cotidianamente nos sitúa en disyuntivas vitales donde debemos tomar decisiones y/o posturas claras respecto de lo “público”.

Inicio esta reflexión buscando en la etimología una aproximación a la palabra “renuncia” y a lo que puede connotar en diversos contextos. Según la RAE: “Acción y efecto de renunciar”. Para efectos de este articulo relevo una segunda acepción: “Dimisión o dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello”.

Cada “acto de renuncia”, al menos conlleva una épica personal de abandonar y/o decidir donde no se quiere estar y donde sí, esta resolución no está exenta de sacrificios pues, obliga necesariamente a desistir y/o retirarse de donde creímos pertenecer estando cómodos, y de donde jamás pensamos que nos marcharíamos.

“Irse para la casa” implica inexorablemente tensionar la idea de pertenencia, que es el hecho o la circunstancia de formar parte de un conjunto, ya sea un grupo, una comunidad, una organización, una institución, etc. Entre estas, antaño estaban, por ejemplo, los partidos políticos, por cierto, hoy muy a la baja de la popularidad ciudadana, casi en extinción, y solo activados en coyunturas electorales circunstanciales.  A estas alturas la militancia parece aferrarse a las nostalgias de un pasado glorioso ido, donde abrazar una ideología tenía “onda” o “estaba de moda”. No obstante, cuando con estupor, nos enteramos por los medios que las acciones de SQM, manchaban emblemas partidarios todo se fue al carajo, y/o solo quedó masticar la ignominia de asumir, muy a nuestro pesar que los valores y los  principios se tranzan en el todopoderoso mercado económico.

Aquí es cuando aparecen los colectivos y/o movimientos mucho más modernos, atractivos e inclusivos, al no cargar con un pasado a cuestas y todas sus implicancias para bien y para mal. Donde por cierto no se milita, sino que se opta por proyectos colectivos, claro, la diferencia es notable, no hay institucionalidad, control de cuadros, entras y sales cuando quieres, no importa de dónde vienes ni tu historia previa, aquí, lo único relevante pareciera ser el presente y la contingencia que nos apremia: ¡Compañeros y Compañeras!  La vocación de poder es lo único que cuenta, y es lo que nos moviliza en búsqueda de los atesorados votitos. Por cierto, podemos sumarnos desde “Salvemos a las ballenas” hasta el “Movimiento Amplio Para un Nuevo Colegio (MANC)”, que por cierto es el movimiento gremial donde hoy habito con todo gusto.

Por consiguiente, que encubre la estructura superficial de la “renunciación”, esta verdadera dicotomía de actos estoicos, para algunos o traición denostable para otros. Qué duda cabe,  simbolizan el fin o abandono de la adhesión voluntaria a un compromiso explícito, que cae en la necesidad imperiosa de buscar la explicación de lo que ha cambiado, más allá de la anécdota y del chivo expiatorio de turno, cuál es la autocrítica del colectivo respecto de ciertos liderazgos,  que se fueron, sin pena ni gloria, abandonando el barco, que alguna vez timonearon orgullosos en una verdadera y efímera zona de confort, que en algún momento deja de ser el paraguas protector de una ideología y/o imaginario que nos moviliza a comprometernos.

Exhorto fraternalmente a todas y todos, a respetar la democracia, el debate de las ideas, y a quienes deciden renunciar con humildad consciente, todo el respeto para aquellos y aquellas que marchan en silencio, y no así altaneros y resentidos, que se van despotricando de donde usufructuaron en su momento de amor incondicional e idílico. Claro, por cualquier razón y/o circunstancia, están en su legítimo derecho de hacerlo, pero con respeto y dignidad. Asimismo, más que nunca, celebremos con alegría y entusiasmo, a quienes adhieren a “lo público”, comprometiéndose con el presente, y las justas causas culturales y sociales de nuestro pueblo. Obviamente, de manera sincera, trascendiendo a los personalismos y caudillismos de quienes intentan servirse de las premisas y consignas del tan manoseado bien común, que al final del día debería ser lo verdaderamente loable y trascendente.