Reflexiona sobre el sistema de fondos concursables que, según ella, han empezado a dictar la forma y el contenido del arte chileno, restringiendo la libertad creativa en pro de un formato que se ajusta a la industria cultural.
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andice Aguad emerge como una figura singular en el panorama cultural de Puerto Montt. No es solo una titiritera; es una narradora de historias, una pedagoga, una artesana. Su viaje desde los valles de Cabildo hasta el corazón del sur de Chile es un testimonio de resistencia, donde los títeres se convierten en símbolos de lucha y esperanza.
“El títere es más que un juguete; es una cápsula de historias, un puente hacia la infancia y una herramienta de impacto cultural”, afirma Candice. En un lugar donde el clima recluye y las tecnologías absorben, los títeres de Candice se convierten en ventanas a mundos fantásticos, capturando la atención de grandes y pequeños.
TÍTERES PARA CREAR Y SANAR
Su travesía comenzó en los valles de Cabildo, un camino que la llevó a formarse en el rigor del teatro clásico y luego a descubrir en los títeres una vocación que la ha acompañado a través de los años, incluso en los momentos más sombríos de la vida. “Crear con los títeres es mi manera de sanar, de traer alegría no solo a mi público sino a mí misma”, comparte mientras recuerda cómo este arte le permitió sobrellevar el duelo de la pérdida de seres queridos.
En una sociedad que frecuentemente mide el valor por la productividad, Candice defiende el arte como un elemento vital, sanador y transformador. “El arte no debería ser un lujo, sino una parte integral de nuestra vida diaria, accesible a todos, ya sea un médico, un ingeniero o cualquier persona que pueda beneficiarse de su belleza y su capacidad para sanar”, enfatiza.
“El arte no debería ser un lujo, sino una parte integral de nuestra vida diaria, accesible a todos, ya sea un médico, un ingeniero o cualquier persona que pueda beneficiarse de su belleza y su capacidad para sanar”
EL ARTE COMO UN DERECHO
Candice Aguad no sólo desafía las barreras de la lluvia en Puerto Montt con sus títeres, sino que enfrenta también el desafío del acceso cultural en Chile. En un país donde las encuestas nacionales muestran que muchos solo experimentan el arte en la escuela, Candice lucha por llevar el arte a donde la gente está, creyendo firmemente que el arte es un derecho transversal a la humanidad.
“El arte no debería ser un oasis en medio del desierto de la rutina, sino un manantial al alcance de todos”, dice con convicción. “La gente en Chile, antes de la oscuridad impuesta por la dictadura, se reunía en teatros y espacios comunitarios; era una tradición cultural rica que se ha ido perdiendo.”
Candice sostiene que el arte nace en los rincones más inesperados, desde el guitarrista en su casa hasta el poeta en su mesa de cocina, y su visión es clara: renovar esos espacios de encuentro y expresión en cada rincón del país. “No necesitamos arrancar a la gente de sus hogares y llevarlos a los centros culturales; necesitamos que la cultura renazca en cada comunidad”.
Reflexiona sobre el sistema de fondos concursables que, según ella, han empezado a dictar la forma y el contenido del arte chileno, restringiendo la libertad creativa en pro de un formato que se ajusta a la industria cultural. Para Candice, la verdadera expresión artística reside en la libertad y en la experiencia compartida que se transmite de generación en generación, un legado que va más allá de cualquier formato o escenario.
Arte y Resistencia
Candice Aguad es una narradora que teje historias de resistencia cultural. Formada en la escena teatral de los años 80, bajo maestros que desafiaron la dictadura con creaciones callejeras audaces, su arte es un legado de aquellos tiempos de imaginación y rebeldía.
“Eran tiempos de una imaginación desbordante”, recuerda Candice, “donde se creaba arte en andamios y se narraban historias en 10 minutos, antes de que la represión irrumpiera”. Esta tradición de creatividad sin fondos y de teatro de guerrilla informa su visión del arte hasta hoy: una expresión que no debe ceñirse a las directrices de los fondos concursables, sino que debe fluir desde el impulso interno de cada creador.
Candice ve un arte que se mantiene fiel a la esencia de quien lo crea, un arte que en su propia definición es un acto de desafío. “Cuando me ajusto a algo que no soy, pago un precio en mi esencia creativa”, expresa con convicción. Para ella, el arte es una voz que no debe domesticarse por la aprobación o el financiamiento externo.
“Eran tiempos de una imaginación desbordante”, recuerda Candice, “donde se creaba arte en andamios y se narraban historias en 10 minutos, antes de que la represión irrumpiera”
La crónica de Candice se extiende a las generaciones más jóvenes, quienes, si bien han adaptado su creatividad a los nuevos formatos y plataformas, también deben lidiar con la visibilidad y el acceso. “Hay una riqueza de expresiones artísticas desconocidas en los sectores poblacionales”, señala, “y esos espacios de creación merecen ser fortalecidos y perdurar”.
El Arte como Acto Político
Para Candice Aguad, el arte es inherentemente político y un acto de resistencia contra las corrientes dominantes del capitalismo que buscan sofocar la creatividad y la expresión individual. “El arte invita a la reflexión y al diálogo, algo que los poderes temen”, reflexiona Candice. “No quieren artistas que despierten conciencias o comunidades que se organicen, porque el arte en sí es una forma de vida, un pulso que late fuerte contra la monotonía de un sistema que prioriza la productividad sobre el bienestar humano.”
Candice argumenta que hay un arte que escapa a la visibilidad, uno que se mueve en espacios alternativos y a menudo es invisible para las estructuras convencionales de la sociedad. “Hay expresiones de arte de resistencia que viven y respiran lejos de los reflectores”, dice, “y es precisamente esa invisibilidad la que, en ocasiones, da lugar a estallidos sociales cuando la necesidad de respirar y expresarse se vuelve incontenible.”
En su visión, Candice ve menos problemas sociales en un pueblo que nutre su cultura y libertad. “El arte y la vida cultural deberían fluir tan naturalmente como la naturaleza misma”, sugiere, “y aunque parezca que el sistema capitalista ha ganado terreno, creo firmemente que la vida cultural natural encontrará su camino, como siempre lo ha hecho.”
Artista y Educadora de la Creatividad
La narrativa de Candice Aguad no es solo sobre títeres y teatro, sino también sobre el firme desafío al sistema y la defensa del arte como una forma de vida. “El arte es temido porque es vida, y la vida es resistencia en un sistema que parece preferir la cultura de la muerte —una existencia de trabajo y dormir sin espacio para respirar,” declara.
Para Candice, el arte callejero y las expresiones culturales son vitales, a pesar de ser a menudo invisibles a los ojos de la sociedad. Ella ve la cultura de resistencia como la esencia de la vida en la comunidad, que eventualmente explota en la necesidad de ser oída y reconocida. “El arte alternativo existe, es solo que opera en sus propios espacios y ritmos, a menudo ignorado hasta que la presión se vuelve demasiado grande y se convierte en revuelta.”
Con una mirada crítica hacia el financiamiento cultural, Candice argumenta que el verdadero cambio comienza con el apoyo a los espacios comunitarios y colectivos, dotando a las poblaciones de Puerto Montt de ricas vidas sociales y culturales, que a su vez podrían reducir los problemas sociales.
Mirando hacia el futuro, Candice sueña con la simplicidad y la portabilidad en su arte. “Quiero que mis obras teatrales y mis títeres sean ligeros y portátiles, como llevar una guitarra liviana,” expresa.
Finalmente, ofrece un consejo a los jóvenes artistas: “Disciplina y decisión. Dedicarse y encontrar oficios paralelos prácticos para sustentar la vida.” Ella cita a su hijo, quien encontró equilibrio entre su pasión por el rap y una carrera en la peluquería, demostrando que es posible vivir del arte manteniendo un sentido práctico y realista.