Columna de Opinión de Daniel Carrasco
Tenía 5 años cuando viajé por primera vez a Santiago, pero en honor a la verdad y debido a mis cortos años, no le tomé mucho sentido al hecho de tener la oportunidad de conocer “la capital”. Recuerdo a mi madre, viéndola desde la ventana, mientras se despedía de mí, ya que en esa oportunidad era con mi papá con quien iba a la zona central.
Luego de esa vez, y ya siendo más adulto, me tocó viajar en muchas otras oportunidades, y por diferentes motivos a la capital. Esas visitas me brindaban la posibilidad de caminar por la Alameda, viendo cada edificio, cada lugar. Entre ellos, La Moneda. Todo eso que viste cuando chico por las teleseries y que ahora la podía tener en frente. Palparla en la realidad.
La diferencia sureña
Cada vez que voy a Santiago repito el mismo recorrido. Desde el Terminal Sur, ubicada en metro Universidad de Santiago, hasta el Paseo Ahumada, cuando no me apura el tiempo. Llego hasta Santa Lucía. Por lo general esa caminata, se debe a la sensación de libertad, de sentirme muy pequeño, en una ciudad enorme, donde nadie me conoce, donde nadie puede verme.
Pero pese a ese sentir, no soporto más de un par de días, ya que el ruido, la poca conexión que existe allá, por lo menos eso es lo que percibo, no cuadra con la idiosincrasia de nuestra zona. Acá sabes que existe una alta probabilidad de que si caminas o “bajas al centro” – término completa y absolutamente de nuestro querido “Muerto Montt”- puedas encontrarte con algún familiar, conocido o viejo amigo, que por diversas circunstancias no has podido ver.
Es usual, aunque debo reconocer que esa costumbre se ha perdido un poco, ver ese tipo de situaciones en nuestra ciudad. Algo que difícilmente logra suceder en la capital. Acá aun huele a población. Donde la señora de la esquina que se lo pasa mirando lo que sucede en las otras casas, es una figura repetitiva por estos lares.
Puerto Montt crece… y crece
Si bien, Santiago ha representado siempre un estatus de aunar las mejores universidades, los mejores profesionales, el éxito. El epílogo de los sueños neoliberales a seguir. Las regiones, y en este caso, la región de Los Lagos, ha crecido ostensiblemente en los últimos años. Transformando a algunas de sus ciudades en vectores importantes de desarrollo, lo que ha permitido diferenciarnos aún más de la zona Metropolitana.
Estaba en la universidad cuando comencé a ver el acelerado crecimiento de Puerto Rock. La mayor representación de este cambio, fue la triste partida de la mítica Estación “Más Austral del Mundo”, que fue cambiado por el ícono del capitalismo, el Mall.
No tengo nada contra eso, al igual que todos, también compro cosas, porque me hacen falta, o por que las deseo. Pero hay personas, lugares, cosas que son representativas y distintivas, que debieran ser preservadas.
El punto es que, la región y sobre todo Puerto Montt, ha visto un incremento en la diversificación de sus mercados. La industria salmonera irrumpió fuerte; incrementándose la migración de personas de otras ciudades, aumentando la oferta laboral. Hay que dejar en claro, que aquí se ha permitido a este sector económico barrer con el ecosistema. Porque la idea era crecer de manera exponencial y entrometerse en el mercado internacional a cualquier coste. En noruega, los salmones se crían con la ovejita al lado, en una laguna artificial, y respetando todas las medidas ambientales, que sabemos, son muy exigentes en los países Bajos.
Pero es lo que hay, y eso fue lo que sucedió. Pero no sólo estaba la industria salmonera. Con la llegada de inversores internacionales, que fueron dando cuenta de las características naturales de la zona, comenzó a potenciarse un sector que había estado estancado por años, ya que los rockstars del turismo era la quinta región y sus sectores aledaños.
Los entornos naturales, ligados a bosques milenarios, donde comenzó a apreciarse la belleza de la zona, comunas como Futaleufú, y sectores como Chiloé, fueron tomando el interés del mercado turístico internacional.
Nuestras riquezas
A esto sumamos la producción agrícola que tiene esta zona del país, donde se concentra más del 50% de la producción lechera, además de la producción cárnica, donde Osorno ha sido el principal foco de referencia. No hay que olvidar que Chiloé está picando bastante fuerte en la producción de carne ovina, la cual contiene proteínas de un alto valor nutricional.
Con estos elementos, y entendiendo que los del sur ya no sonamos tan “cantaito” al hablar, y que donde aún se mantienen valores fundamentales, además de vinculaciones culturales, que nos enraízan en esta tierra, podemos ver el potencial que tienen estas tierras.
El Gobernador/a Regional
Es aquí donde sale a relucir esta nueva figura política, que a mi entender puede transformarse en un agente localista y salido desde las propias poblaciones. Que entienda lo que es la región, porque la ha vivido.
Volviendo al punto, este cargo político-administrativo denominado gobernador regional, viene a llenar un espacio que nunca estuvo definido, ni por el intendente, que sólo es un representante del ejecutivo en la región, ni la del gobernador provincial, que tiene muchas limitaciones. Aquí, la figura del gobernador regional viene a configurar lo que faltaba en cada cargo nombrado anteriormente.
Creo que es tiempo de mirar hacia nosotros mismos. De privilegiar la industria local. De comenzar a dejar de depender de Santiago, en todo tipo de cosas. Imagínense que los grandes conglomerados no tributan acá, lo hacen en Santiago a través de su Sede Central, o Casa Matriz.
No sé yo, pero tal como muchos lo han dicho ya, Chile se merece una administración un enfoque económico cultural que sea más vinculante y que comprometa esfuerzos que sean retornados a la comunidad que reside en estas tierras, desde perspectivas que reseñen una clara conexión con la naturaleza.